Bajar a los fangos de la humanidad y encontrar ahí la semilla de la bondad, de la esperanza, de lo que debe ser por sobre lo que es, es la característica que imprime el escritor ruso Fiódor Dostoievski a su obra, compuesta por una treintena de publicaciones, entre las que sobresalen Crimen y castigo (1886), Los hermanos Karamazov (1880), El jugador (1866), El idiota (1869) y Memorias del subsuelo(1864). Como nadie, se interna en el alma humana para describir su faceta heroica pero también la miseria humana. Sin embargo, no busca dar lecciones de moral, su voz es un llamado a tomar conciencia del poder del ethos.
Como en pocos escritores, en el también autor de Humillados y ofendidos (1861) es difícil separar la vida personal de la del literato.
Dostoievski nace el 11 de noviembre de 1821, hijo de un médico militar, quien imprime a sus siete hijos una educación extremadamente disciplinada, cercana a la sumisión. Su madre, por el contrario, es muy amorosa y culta, y es quien lo educa, e introduce al francés y a la lectura de los autores clásicos, como por ejemplo William Shakespeare.
La familia poseía una hacienda en la provincia de Tula, donde pasaba las vacaciones, excepto el padre, lo que les da la oportunidad de vivir en libertad. Es en ese medio que el pequeño y muy observador Fiódor conoce la vida y comportamiento de los campesinos, de la gente humilde, desheredada, que servirá de arcilla para los personajes de sus cuentos y novelas.
La primera etapa de su vida la pasó en Moscú, ciudad conservadora y atrasada, contrario a San Petersburgo, enclave de la modernidad, el progreso y la cultura. Era la capital del régimen zarista, de un país donde el medioevo se había prolongado más tiempo que en el resto de Europa. En esa sociedad crece el futuro escritor hasta que, en mayo de 1837, después de la muerte de su madre, lo que le supone un fuerte golpe, es enviado a estudiar junto con su hermano Mijail al Colegio de Ingeniería Militar en San Petersburgo, ambiente escolar que habría de detestar y del que se libraría lo más pronto posible para integrarse a la sociedad literaria de la ciudad.
Desde entonces, Mijail, quien también es escritor, además de editor y crítico literario, funge como su figura protectora, pues es muy enfermizo y los ataques epilépticos le acompañan desde niño, no hasta la edad adulta como se dice, cuando se entera de que su padre ha muerto, aparentemente linchado por los campesinos de su hacienda, señala Luis Torres Acosta, especialista en el escritor ruso, quien anota que otra versión señala que su primer ataque fue momentos antes de su falso fusilamiento acusado de conspirar contra el zar.
En San Petersburgo inicia su trayectoria de escritor, su primera novela es Pobre gente(1846), en la que hace un retrato de la sociedad menos favorecida, la cual recibe adulaciones de un famoso e influyente crítico, de corte socialista, Vissarión Belinski, quien lo elogia como parte de la escuela gogoliana, que con realismo describe la situación de las clases desposeídas en contraposición de las favorecidas, cortesanas. Eso le da entrada a la sociedad literaria de su época, que después perdería de alguna forma por el desánimo que mostró el crítico literario cuando apareció su siguiente novela, El doble (1846), un relato psicológico de tipo fantástico, que en realidad es muy interesante, pero no gogoliano.
Entonces sucede el hecho que reimpulsaría su creatividad literaria. En 1849 es detenido por supuestamente participar en un complot para derrocar al zar, suceso que le llevaría al amago de fusilamiento del que deriva la teoría de su primer accidente epiléptico. Por ese hecho es castigado durante cinco años de trabajos forzados en Omsk, Siberia, y después a reintegrarse por cinco más al Ejército Ruso. En su primer encierro convive con seres marginales, como asesinos, violadores, criminales, toda una variedad de almas e historias que alimentarán su literatura y sus personajes.
Cumplida su condena se casa con una viuda por la que se siente agradecido, pero nunca ama, y publica dos novelas en las que ya está el Dostoievski que todos admiran: Humillados y ofendidos (1861) y Recuerdo de la casa de los muertos(1862), la cual retrata la situación en la cárcel de Siberia, lo que es un tema espinoso políticamente pero el escritor alcanza a salvar la situación, expone Torres Acosta, director de Difusión Cultural de la Universidad del Claustro de Sor Juana. Esas obras lo meten de nuevo al círculo literario ruso.
Señala que el Dostoievski que a todos apasiona nace a partir de la muerte de su hermano Mijail, en 1864. Ese mismo año aparece Memorias del subsuelo (1864), que había empezado a escribir antes, novela que es el germen del escritor que profundiza en el alma humana, en su bondad y su parte oscura. Habla de un hombre que ha decidido dejar el mundo, a la sociedad, porque no encuentra lugar en ella, es rechazado.
En esa novela, anota, Fiódor se pregunta qué hacen todos esos hombres que no encuentran un lugar en la sociedad, en una comunidad que se desgarra, que se acaba, prefigurando el levantamiento contra los zares, la Revolución de Octubre y la Primera Guerra Mundial. Lo que hace el escritor es mostrar que el hombre no se está comunicando, conectando con su semejante.
Lectura similar se puede dar a su posterior trabajo, Crimen y castigo (1886), que trata de Rodión Raskólnikov, un joven que cree que puede dominar al mundo y cuyos actos van más allá de las leyes, no pueden tener castigo moral porque la justicia los avala. En el personaje central dibuja a alguien más cerca de la justicia divina, a la piedad, al mundo de los arrepentidos, que según la religión pueblan los cielos. Pero es sobre todo en un sentido humanista, de la hermandad que debe haber, en oposición a la opresión que viene de gobernantes y jerarcas religiosos.
En esa misma novela, el otro personaje principal, Sonia Mermeládova, quiere salvar a Raskólnikov pero no porque lo ame, como se puede entender, lo que quiere es salvar su alma. Ella es, a su vez, un alma pura metida en el fango: se prostituye para mantener a su familia, además de que tiene permanentemente un sentimiento de culpa por la relación que mantiene con su madrastra. Eso es Dostoievski: la lucha constante por hacer el bien, por tomar buenas decisiones, lo que puede provenir de quien sea, de gente de clase alta o humilde, aunque no siempre se pueda realizar ese ideal, subraya el experto.
En esa lucha entre lo que debería ser y lo que es o se puede ser los que logran la salvación son los que toman conciencia de ello y son pocos, como lo muestran, por ejemplo, Crimen y castigo o Los hermanos Karamasov (1880), novela última que es un laboratorio de personajes y posibilidades. Se trata de una familia perversa en la que, sin embargo, existe un personaje, Alexei, que puede ser la semilla del bien, situación que Dostoievski pensaba desarrollar en otra novela que ya no alcanza a escribir.
Las enfermedades, los cada vez más seguidos ataques epilépticos le dejan pocas fuerzas y tiempo para escribir, entonces contrata a una amanuense, a Anna Grigórievna, de quien se enamoraría y terminaría por ser su viuda a la muerte del escritor, ocurrida el 9 de febrero de 1881. Es ella quien lo saca del vicio de jugar.
Contrario a lo que se piensa, apunta Luis Torres, Dostoievski tiene mucha fe en la humanidad y por eso baja a los fangos más oscuros para avisar que también en ellos se encuentra la semilla de la bondad. Sonia Mermeládova puede salir de la inmundicia en la que vive porque tiene conciencia de la bondad, de lo ético, lo cual para el escritor es lo que salvará al mundo, y que es un concepto muy del cristianismo antiguo.
Ubicado en el movimiento realista de su país, en el que también se encuentran escritores como Iván Turguéniev, León Tolstoi o Nicolái Gogol, Dostoievski tiene una capacidad impresionante para describir sensaciones no obstante que en su escritura es hasta cierto grado descuidado, no preciosista ni perfeccionista, pero no podía serlo, acota, porque no tenía el tiempo para escribir, como sí lo tienen los hacendados de Tolstoi o Turgueniev. Perfeccionista como era, si no le gustaba un texto no lo corregía, lo tiraba y volvía a escribirlo.
Muy leído en su tiempo, sobre todo por los jóvenes, Dostoievski pertenece más al siglo XX, cuando es recuperada su obra en Francia. Además, es evidente su huella en autores como Franz Kafka y no pasa desapercibido en escritores posteriores, incluso por ejemplo en el mexicano Juan Rulfo, finaliza Torres, quien es apasionado estudioso de este autor ruso. (NTX)
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