*Ese género literario ha sobrevivido a través de varios siglos en México, gracias a ediciones independientes y a algunos recientes apoyos institucionales
La ciencia ficción siempre ha ocupado un lugar marginal en el universo literario nacional. No es bien recibida desde la época colonial, cuando se prohibió la importación, producción y lectura de libros sobre ese género, porque, desde entonces decían las autoridades, «nos distrae de la realidad». Por eso se carga ese trauma hasta el día de hoy.
Así lo afirmó el escritor Gerardo Horacio Porcayo (Cuernavaca, 1966), autor de Volver a la piel (Fondo de Cultura Económica, 2019), texto que recién llegó a las mesas de novedades de las librerías del país. “Cada vez que hablamos de temas fantásticos surge una suerte de aversión al tema, salvo algunas excepciones, como el realismo mágico y los temas rulfianos”, dijo.
Entrevistado en ocasión de esta novedad editorial, Porcayo advirtió que esa hostilidad genera una especie de alergia cultural, como si sólo los grandes países tuvieran derecho a cultivarla. “Esa realidad la ha tenido que sobrevivir la ciencia ficción a través de editoriales independientes, y gracias a algunos muy aplaudibles apoyos institucionales”, comentó.
“Uno de ellos es el Premio Puebla de Ciencia Ficción, que en 1984 lanzó el Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología con apoyo del Conacyt. Otro fue el que nació junto con el Fondo Editorial Tierra Adentro, el cual desde sus primeros números cobijó a la ciencia ficción, incluso en el número 70 de esa colección publiqué mi primera novela, La primera calle de la soledad, en 1993”, refirió.
El escritor consideró que el tema resulta ser una subcultura, donde lectores de todas las edades se convierten en cazadores de libros alusivos, visitan las «librerías de viejo» para sumergirse en mares de tomos sueltos y hallar una de esas joyas, o los consiguen de mano en mano, aunque “una práctica menos común es comprar los que vienen del extranjero, porque son muy caros”, dijo.
En medio de eso, el escritor morelense recordó haber crecido culturalmente con dos influencias: Su abuela, quien nació en 1900 y le contaba historias de muertos y aparecidos, ante lo cual lleva en la piel esa vertiente fantástica — cercana a Juan Rulfo— y otros autores que cultivan esa literatura, la cual echa mano del sincretismo cultural emanado de la Conquista.
Volver a la piel
Para la abuela no había diferencia entre la realidad cotidiana y todas las historias que le contaba cuando era niño y temía levantarse de noche para ir al baño. “Había que atravesar un patio, y me provocaba un miedo enorme pensar que se me podía aparecer la muerte, la Malahora y el sospechoso canto de las gallinas. En mi mente había ciencia ficción latente”, refirió.
Por otro lado, Gerardo Horacio Porcayo, cuyos padres eran profesores, pasó muchas horas en la soledad de su casa con la televisión como único entretenimiento. “Pertenecí a las primeras generaciones de niños que tuvieron a ese aparato como nana, ello significa que pude conocer diversos programas de ciencia ficción de los cuales me nutrí”, evocó.
Creció en esos dos ámbitos, por eso sus lecturas iniciales no podían ser otras que de ciencia ficción. Con el correr de los años, optó por seguir la carrera de las letras y muy pronto se hizo escritor. Ahora es licenciado, maestro y cursa un doctorado en Literatura. “No me puedo librar de la ciencia ficción, porque es parte de mi cultura, de mi formación desde niño”.
Este tipo de literatura de los años 60 y 70, desde la perspectiva de Porcayo, era optimista, y pensaba que la ciencia podía rescatarlo de uno mismo, pues llegaría el día en que se sobreviviera a las utopías; sin embargo, “hemos descubierto que la ciencia y la tecnología se adaptan a nuestras peculiaridades, obsesiones y manías más grotescas”.
Expuso que la ciencia ficción hipertrofia los problemas presentándolos de una manera más evidente. Con esa idea dio vida a su nueva novela, cuyo origen radica en la preocupación por los temas de identidad y memoria, en un sentido lato, pues su padre —al final de sus días— tuvo demencia senil con cambios de comportamiento y de interrelación social.
“Esas islas de memorias, esa memoria flotante, me llevó a reflexionar y a escribir esta novela, cuyo personaje principal despierta en un nuevo cuerpo, en una versión editada de la personalidad de alguien que tuvo un accidente, y su cerebro se ubicó en un robot, mientras espera volver a tener piel, pero él es sólo un experimento”, concluyó Gerardo Horacio Porcayo, sosteniendo su libro en las manos. (NTX)
Deja una respuesta