Por: VÍCTOR DE LUCIO
@elipsigrafo
“El mundo es una mierda y todos lo sabemos, las noticias lo demuestran diariamente, las empresas están en control del gobierno, idiotas se enfrentan a balazos a cada rato, los terroristas atacan plazas públicas, la policía se dedica a matar a jóvenes negros sin recibir castigo, psicópatas se postulan a la presidencia”. Esas son las ideas con las que se presenta Dylan Cross, protagonista y narrador en el cómic Kill or be killed.
Los autores, el escritor Ed Brubaker y el dibujante Sean Phillips han hecho mancuerna anteriormente en títulos como Criminal, The Fade Out y Fatale, todos estos dentro del género noir (de “novela negra”), mezclando historias y personajes que van de detectives, policías, criminales, guionistas perseguidos por el macartismo y seres sobrenaturales de inspiración lovecraftiana, hasta personas tan de la vida común como un perro amarillo.
En Kill or be killed el personaje de Dylan es un joven mediocre; estudiante rezagado y relegado socialmente; consumidor de narcóticos a los que llama medicamentos y a los que se hizo adicto luego de su primer intento de suicidio; su mejor amiga e interés romántico. Kira, se ha hecho novia de su roomate, Mason, y tiene que soportar en silencio su magreo cotidiano dentro del mismo departamento. Pero no se trata de una historia de autodestrucción pesimista, sino que más bien se encuentra dentro del que podría llamarse género de venganza.
En mayor o en menor medida, el género de venganza presenta a un vengador, justiciero o vigilante asesino, una persona que toma la justicia en sus manos sin contar con una credencial de violencia legítima, y lo hace ante la percepción de que las autoridades no realizan una labor adecuada.
De la mano del vengador, este género muestra (subraya) un contexto específico: una ciudad con alta criminalidad, instituciones corruptas, suciedad, miedo generalizado, sobrepoblación (presencia de diversas etnias en conflicto), dominio social de grupos criminales; y al mismo tiempo la ausencia de una reflexión profunda sobre las causas de dicha situación, sustituida por la dignificación a ultranza de los valores sociales comunes y el enaltecimiento del justiciero como defensor de estos, a un nivel de cuasi héroe.
Ejemplos del género abundan, destacando la novela Death Wish (Garfield, 1972) y la película del mismo nombre inspirada en aquella (Winner, 1974), así como en el cómic se tiene a uno de los más grandes representantes de esta índole en The Punisher (Conway y Romita Sr., 1974) que también ha generado unas cuatro adaptaciones a la pantalla grande y chica. El mismo Brubaker ha reconocido a Death Wish como una referencia un tanto obvia para su cómic, al mismo tiempo que ha integrado (como en sus títulos anteriores) una sección para publicar ensayos sobre el género, películas y otras referencias principalmente de la mano de Devin Faraci y Kim Morgan.
Dylan cuenta cómo si vida mediocre continua sin cambios, hasta que el aparente desdén de Kira lo lleva a su segundo intento de suicidio; una vez más sobrevive y apenas se está haciendo a la idea de que puede apreciar su vida, cuando se le aparece un demonio de sombras que le lee la cartilla: nada es gratis, tampoco las segundas oportunidades y su costo será cobrado bajo la moneda de vidas humanas, de criminales específicamente: matar o morir. Dylan debe asesinar criminales o de lo contrario enfermará y morirá.
El demonio de sombras se asemeja un tanto a un Tyler Durden de Fight Club (Palahniuk, 1996), más que a un ente sobrenatural, precisamente para presentar un juego, ante el lector, de ambigüedades que van de la posibilidad de encontrarse en el género fantástico (al estilo ya explorado por Brubaker en Fatale, 2012), a la probabilidad de una psicosis o la combinación de ambas (en lo que va de la historia aún no se ha descartado alguna).
A pesar de lo pintoresco que pudiera parecer en un principio, la presencia del demonio es un tanto desafortunada para el relato pues rompe un elemento no imprescindible pero sí emblemático del género: el libre albedrío del vengador, que se encuentra mezclado con el reclamo clasemediero de “hacer justicia” como respuesta al resentimiento social, como lo expresa Faraci en uno de sus ensayos dentro del cómic.
La coerción del demonio suplanta el libre albedrío de Dylan, la decisión de convertirse en vigilante y, por lo tanto, rompe también con la idea de que el mundo está mal y debe ser reparado mediante acciones; convierte al protagonista en un proveedor de asesinatos, en un zombie.
En este mismo sentido, Dylan no se encuentra en una cruzada personal ni moral, no busca una venganza en específico ni reivindicación social, como Batman que se entrega de por vida a vengar a sus padres o The Punisher a su familia. Dylan se conforma con atacar criminales que se encuentra por accidente o que va googleando en el camino y, poco después de que la duda le genera remordimiento, los medios de comunicación le muestran una vindicación o justificación a sus actos, el destino (otra oposición al libre albedrío) le muestra que ha hecho lo correcto al deshacerse de criminales con una maldad mayor a la aparente; incluso Brubaker muestra las costuras de su personaje cuando busca respaldar a su personaje con un monólogo sobre el Synchronizität de Carl Jung: todo sucede por algo.
Kill or be killed aun no termina (apenas lleva su primera docena de capítulos), pero ya se asoma una discusión sobre el género y su trama misma: ¿cómo distinguir quién es el malo de la historia, el criminal o el justiciero? Faraci comienza a plantearlo de una manera sencilla y contundente: los criminales no se ven a sí mismos como criminales, tienen otra visión del mundo y de cómo justificar sus acciones y, en ese sentido, todos podemos ser los villanos en la vida de alguien más sin siquiera estar enterados.
Fuera del ámbito legal y del maniqueísmo tradicional (del axioma el bien contra el mal), en Kill or be killed o no existen los malvados o bien el vengador se convierte en otro criminal que debe ser castigado; un tanto el dilema ya presentado en otras historias, como la película Wanted (Bekmambetov, 2008).
Kill or be killed es un tanto engañoso, su lectura como cómic mensual es sencilla, pero encierra más elementos de los que una sola pasada podría arrojar; parte de ello es la compañía de los textos estilo ensayo-epilogal de cada capítulo que proveen Faraci y Morgan (mucho mejores los de Faraci). El estilo de Sean Phillips nuevamente encaja a la perfección con la trama ideada por Brubaker: privilegia las sombras y el uso de líneas gruesas negras (espacio negativo) acentuando las expresiones de los personajes y de los escenarios urbanos. Falta ver cómo evoluciona la historia en adelante.
Ficha.-
Título: Kill or be killed (números 1-10)
Editoria: Image Comics (2016-presente)
Autores: Ed Brubaker Sean Phillips (d)
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