Por Eduardo Ortega
Más que sólo una película del género bélico, “Dunkerque”, dirigida por el cineasta británico Christopher Nolan («Memento», 2000; la trilogía «The Dark Knight» 2005–2012; e «Interstellar» 2014), es, fundamentalmente, una película sobre la sobrevivencia, narrada con suspenso y la precisión de un relojero suizo, sin las artimañas de sus anteriores películas.
En junio de 1940, las columnas acorazadas alemanas, apoyadas desde el aire por los bombarderos “Stuka”, mejor conocidos como “Las Sirenas de la Muerte”, arrinconaron a las Fuerzas aliadas en Dunkerque, Francia. Pese a los embates de la Luftwaffe, la fuerza aérea alemana, entre 700 y 800 botes y barcos civiles, organizados por el gobierno inglés dado que las grandes embarcaciones podían encallar por su tamaño, llegaron a las playas de Dunkerque para transportar a Inglaterra 335 mil soldados franceses, belgas y, en su mayoría, ingleses, gracias a que los alemanes se abstuvieron de dar «el golpe de gracia», por razones que todavía hoy se discuten.
Casi sin diálogos, “Dunkerque” es un terno fílmico que, al confluir, no sólo frisa lo magistral, sino, sobre todo, los pelitos:
Con un obsesivo tic-tac de fondo de un viejo reloj de Nolan, un diseño de audio que parece que te va a alcanzar una bala y una banda sonora de Hans Zimmer con escalas que ascienden y descienden al infinito, vemos tres líneas temporales:
Narra lo ocurrido, primero, al soldado británico Tommy (Fionn Whitehead), quien con Gibson (Aneurin Barnard) y Alex (Harry Style), busca sobrevivir durante una semana en el muelle antes de que los soldados sean evacuados de Dunkerque; al dueño de una embarcación, el señor Dawson (Mark Rylance), junto con uno de sus hijos, Peter (Tom Glynn-Carney), y su ayudante George (Barry Keoghan), busca rescatar soldados del lado francés un día en el mar antes de que los barcos civiles zarpen de Inglaterra e inicie la evacuación; y a los pilotos Farrier (Tom Hardy) y Collins (Jack Lowden), quienes a bordo cada uno de un «Spitfire», «que usan motores Rolls-Royce», buscan durante una hora de batalla en el aire mantener a “Las Sirenas de la Muerte” lejos de las embarcaciones civiles antes del inicio de la evacuación de los soldados:
Aunque no pareciera, la estructura utilizada por Nolan en «Dunkerque» es más sencilla que en anteriores películas como «Memento», «Inception» o «Interstellar», en las que jugó con la analepsis y la prolepsis, hasta poner casi en juego su credibilidad, porque, en el fondo, está de por medio el tema de sus obsesiones: el tiempo.
En ese sentido, la diferencia con sus trabajos anteriores es que hasta ahora había hecho parecer a sus cintas más profundas y complejas de lo que en realidad son: «Dunkerque», con un guion de sólo 76 páginas y un metraje de sólo 106 minutos, en cambio, se caracteriza por su minimalismo impresionista. Ahí su virtud.
En «Dunkerque», los “Stuka” hacen chirriar sus “Sirenas de la Muerte” y las balas de la Luftwaffe rechiflan en las espaldas de los aliados. Sin embargo, no sólo nunca se muestra un nazi, sino que tampoco se pronuncia esa palabra. La amenaza acecha en las sombras. El enemigo no se ve, pero se siente. Cualquier esvástica ha sido sustituida por el efecto psicológico, por ejemplo, que buscaban los alemanes con el chirriar de los «Stuka». Así sonaban sus sirenas.
Fotografiada por Hoyte van Hoytem, con quien Nolan realiza su segunda colaboración tras «Interstellar», «Dunkerque» fue filmada aproximadamente el 70 por ciento con cámaras Imax y el resto con cámaras de 65 milímetros de Panavision, lo cual le da a la cinta tanto un mayor realismo, como le ayuda a mantener la apariencia impresionista de la película:
Cuando uno de los soldados logra, finalmente, volver a casa, después de un elegíaco viaje, un hombre, que no quiere mirar a nadie a los ojos, lo recibe con un lacónico «Bien hecho». «Pero todo lo que hicimos fue sobrevivir», responde. «Eso es suficiente». Para sobrevivir, sin embargo, hubo que hacer cualquier cosa, aunque los soldados no estuvieran de acuerdo, lo cual, los llena de amargura de esa verdad que les pesará hasta el fin de sus días.
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